martes, 1 de julio de 2008

Esta también la he visto

Llego a Boston desde Washington. Allí estaba con otros colegas, en total 7 pamploneses (aunque sea de adopción). Con una cuadrilla semejante ni hemos llegado a cambiarnos a los horarios locales, y además buscábamos a los camareros hispanos para no cambiar de idioma ni para pedir agua. Por cierto, lo difícil es encontrar camareros que no hablen español. Aquí estoy solateras, y hay que hacerse a cenar a las 8 y esas cosas, así que a las 7 he salido del hotel a practicar la famosa navegación zen (ver Douglas Adams). Para ser sinceros he comprobado en google maps que había restaurantes walking distance del hotel y una idea vaga de por donde andaban (el río sirve de referencia general); hay que aprovecharse de la tecnología (y rentabilizar los 10$ /día que cuesta la conexión).

La inmensa cantidad de horas frente a la tele pasadas en lo que lleva uno de vida hace que al llegar a los USA te sientas inmerso en una película, más que un viaje a través del atlántico parece que cruza uno el cristal del televisor. La peli que me ha tocado esta tarde estaba llena de estudiantes universitarios en bicicleta y haciendo footing, de "fraternidades" de esas denominadas con tres letras griegas. Algún día preguntaré por el origen de semejante costumbre, pero habré pasado frente a media docena al menos y todas siguen el mismo esquema en el nombre.

Me he metido en un bar que estaba bastante concurrido y daba poco miedo. Bastantes resultaban aterradores por diferentes motivos: bien de aspecto cutre que sugiere comida grasienta casi venenosa, bien aspecto oscuro y delincuentoso, bien desiertos, ... El elegido estaba razonablemente concurrido de gente variada y de aspecto sano en general. Lo que me ha decidido es una imagen muy típica de las películas pero inaudita en casa: una barra ancha con una fila de señores solos cada uno frente a su pinta de cerveza mirando el baseball en la tele; o mirando las burbujas subir, porque nunca he entendido que hace tanta gente sola en los bares americanos (ver otra reflexión sobre bares). Una vez en mi taburete un camarero extremadamente profesional me lo ha puesto muy fácil todo. Una ensalada con trozos de pollo con una salsa demasiado picante y dos budweiser (menos de 20$ en total).

El camarero me ha hecho pensar también (eso de estar solo tiene esos efectos secundarios), tenía el aspecto de estar en el trabajo perfecto, que le hacía feliz. Quizá fuera el dueño, porque la mayoría no dan esa pinta, o bien tienen la capacidad justa para servirte lo que pides o están amargados porque darían más de si. Este en cambio hablaba con orgullo de sus 26 cervezas diferentes, y agitaba coccteles como Tom Cruise en la película, todo un contraejemplo del principio de Peter.

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