martes, 25 de marzo de 2008

Bares, ¡que lugares!

Hoy se han llevado los niños a cenar sus abuelos y hemos ido a tomar unas tapas a un bar. Más que a lo nuestro hemos estado, cual antropólogos de campo, estudiando la parroquia: una pareja de cuerentones, novios recientes entre arrumacos; un verborreico impenitente ya mayor, un francés solitario y simpático...

Yo no he vivido en otros países y no me hago idea de la función socializadora de la hostelería, pero aquí me parece evidente. Decía Manolo García "barras de bar, vertederos de amor", a mi me parece más bien que son vertederos de soledad. Muchos de esos parroquianos seguramente encontraban en ese bar el único momento de contacto humano del día. Me parecía enternecedor cómo los enamorados animaban al verborréico a que los siguiera braseando con historietas de su infancia. No se si con sus abuelos serán igual de animosos.

Dice María que en realidad toda la "vida social" de las parroquias habituales de bar ne es más que un subproducto etílico. A mi me parece lo contrario, que es un entorno de relación social (quizá débil e incompleta, pero alguna a fin de cuentas) y que a veces se bebe más de lo conveniente.

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