miércoles, 13 de febrero de 2008

Edificios que son mi infancia II

También recuerdo otras casas, otros edificios y lugares, pero sin duda no me han marcado de igual forma ni mucho menos. A los demás sitios se podía ir o no, se podían hacer obras, mudarse... Pero la casa de la Abuela Paca y Burjasot estaban ahí, sólidos, desde antes de que yo llegara y previsiblemente hasta mucho después de mi. Luego no ha resultado así, pero en su momento lo parecía.

Burjasot lo perdí de vista hace más de la mitad de mi vida, y aún recuerdo todas las habitaciones, las puestas, los cristales (de colores en la galería y en el comedor), los muebles, los cuadros... He tenido sueños situados allí muchísimas veces. Sueños alegres y pesadillas. Alguna noche me debieron poner a dormir de verdad en la habitación de María, un lugar que me daba miedo, y una noche que he recordado en sueños muchas veces. María, aquella criada interna que fue de la familia durante años y que un día desapareció y nunca más supe de ella (creo que acabó en el manicomio de Bétera, pero nunca supe la historia real).

La casa de la Abuela Paca se vendió este verano pasado. Creo que la han derruido ya, aunque no tengo ganas ni de preguntar, mucho menos de ir a verlo. Afortunadamente ahora no me pilla de paso hacia ningún lado. Esa era una casa espectacular, grande, curiosa, rural... escenario de novela de realismo mágico. La foto del Bisabuelo Atanasio que estaba en el gabinete es la imagen que yo tenía de Aureliano Buendía cuando leía 100 años de soledad.

Un poco de ese carácter mágico lo tiene también la mansión en la que estaba instalado el colegio en el que estudié entre los 10 y los 18 años. Con menos intensidad, pero también he soñado (en esta ocasión despierto) con tener esa casa para mi y vivir allí.

En fin, pequeñas nostalgias con las que hay que vivir. Cuando leía el señor de los anillos por primera vez me emocionaba eso de "Araorn hijo de Arathorn, Rey de Góndor", la sensación de ser el último eslabón de una estirpe, de una cadena de personajes singulares que te determinan el destino pero que te dan una solidez envidiable. Luego pensé que lo verdaderamente emocionante es ser Isildur, el primero de la serie, el que funda la dinastía.

La dinastía de triunfadores está biológicamente garantizada. Será menos épico y de un romanticismo dudoso cuando menos, pero pensar en la cadena de supervivientes (y procreadores) que media desde los primero mamíferos que coexistieron con los dinosaurios y uno da vértigo.

El Isildur de Burjasot fue Don Leopoldo, en el otro emplazamiento el bisabuelo Atanasio. Su legado genético, y su papel de referente es poderoso en ambos casos. Sin embargo no quedan restos tangibles que se puedan configurar como capital de las dinastías.

Supongo que la verdadera capitalidad es espiritual, pero un poco de nostalgia de los ladrillos no es evitable.

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